lunes, 24 de octubre de 2016

Una Ciudad Olvidada

En una ciudad olvidada había un niño llamado Gabriel cuya familia era muy pobre, tanto así que en invierno tenían que bailar durante todo el día para que sus extremidades no se entumecieran. Gabriel quería ser pintor pero no podía comprar los materiales. Empezó lavando autos pero se dio cuenta que no ganaba lo suficiente.

Un día caminaba por la calle muy triste por no encontrar trabajo, voltea y ve un cartel “Se busca Panadero”; emocionado cruza la calle y le pregunta al encargado:

–  Señor panadero, ¿podía trabajar en su local sin tener experiencia en este oficio?

–    Por supuesto, ven mañana temprano, le dijo aquel señor.

Los días fueron pasando y Gabriel estaba muy contento porque lo dejaban llevarse el pan que quedaba y así podía ahorrar todo su sueldo. Poco a poco fue comprando los materiales para sus pinturas hasta que un día logró tener todo lo necesario para empezar.

Comenzó a pintar sobre un lienzo en blanco una vieja calle que a él siempre le había gustado. Cuando termino se fue a una plaza para ver si encontraba a alguien que comprara su obra. Todo el que pasaba lo miraba con desprecio hasta que una señora que iba pasando le dijo:

–  Voy a comprar esta pintura porque yo me críe en esa calle.

El joven muy feliz por haberla vendido siguió pintando.

Es posible que Gabriel no fuese conocido por muchos pero de esa manera en invierno bailaba por diversión y no por frío.

martes, 11 de octubre de 2016

La bondad y el ser son intercambiables, es decir, que todo lo que existe tiene al menos parte de bondad
intrínseca, ya que ha sido creado por Dios. No importa lo sucio, destrozado o pecador que sea ese ser
humano. Mientras siga existiendo, el bien existirá en su interior.
Nadie, ni siquiera Lucifer atrapado en el infierno, es completamente malo. El mal sólo puede existir del
bien de una criatura, como un parásito. Si todo el bien de una criatura fuera eliminado, esa criatura no
podría seguir existiendo.
Es un concepto que a muchos de nosotros nos cuesta aceptar, la idea de que incluso un ángel caído,
condenado a pasar el resto de sus días en el infierno, tenga parte de bondad. Una bondad que ruega ser
reconocida a pesar de la triste y desesperada adicción del ángel caído por el pecado.
                                                       El Infierno De Gabriel. Sylvain Reynard

miércoles, 5 de octubre de 2016


Me llamo Joe, y éste es un pequeño resumen de mi vida.

Vivo con Emma. Ella tiene a su esposo Albert. Y me tiene a mí.

Lo que más me gusta hacer es ir al parque. Me encanta ir a correr y perseguir a los pájaros. Me gusta mucho jugar fútbol, así puedo pasar mucho tiempo persiguiendo el balón.

Me gusta que me bañen pero solo cuando hace calor y también me encanta dormir en el sofá.

A veces me paso de la raya, pero siempre lo hago porque me emociono. Como aquella vez que hice caer a Emma cuando llegaba del trabajo. Se cayó por las escaleras y tuvo que quedarse un mes entero en casa. No quise hacerle daño, solo que en muchas ocasiones no puedo controlar mi fuerza.

Tengo que usar gestos para que se entienda lo que quiero decir; porque mi lengua no está diseñada para pronunciar palabras. Solo sirve para mover la comida que mastico.
No entiendo por que no puedo comer lo mismo que ellos; siempre me regañan cuando agarro algo de la mesa. Si ellos lo pueden comer, entonces yo también debería poder. Desde que se cayó un plato de espagueti; me gusta más su comida que la mía. Ellos deberían intentar comer esa cosa seca y asquerosa que me dan para desayunar. Aunque de vez en cuando me dan un pedazo de pan en las tardes.

Cuando llega Emma, normalmente se lo que ha hecho durante su ausencia.

Una vez me puse a jugar en un mueble y me tropecé al bajar, me rompí una pierna; no había nadie en casa, así que tuve que esperar hasta que Emma llegara del trabajo. Desde entonces tengo prohibido estar en cualquier habitación hasta que ellos lleguen.

Normalmente, mi rutina diaria es salir al parque temprano, comer, echarme todo el día al frente del televisor y volver a comer.

Puede que mi vida sea simple y a veces hasta a mi me aburre pero me encanta. Si pudiera cambiar algo de ella; solo pediría que Emma y Albert pasaran más tiempo conmigo en el parque. Porque es allí, donde paso los momentos más felices.

Soy Joe, un Gran Danés. Y ésta es mi historia.